Déjame seguir, mi vida, por los caminos del canto, que muchas penas yo tengo; no quiero volverme llanto
Ser guitarra en el verano, de tu patio santiagueño y tinajas esquineras por los caminos del cielo
Y a tu pañuelo zambero, mi linda niña morena, llenarlos con arreboles, entre floridos tuscales, y cantar de chilicotes escondidos en los tunales cuando la tarde se hamaque junto a los viejos chañares
Serenatas en los balcones al retoñar el lucero, sobre la macha del vino que alumbra a los guitarreros
Caminero abriendo el día por las calles olvidadas como un cochero del tiempo cruzan las noches calladas
Y en el brocal del silencio sentirme tierra añorada buscar despacito el pueblo sin que se oigan mis pisadas con las ramas del misterio que guardan las madrugadas y quitarle al horizonte una algarroba chascada